martes, 9 de octubre de 2007

LA TIA

LA TIA
Corina siempre decía, con la dicción perfecta que la caracterizaba _¡ Antes de responder hay que pensar siete veces la respuesta! _ y seguramente ella lo ponía en práctica, ya que demoraba bastante en contestar cuando alguien le
formulaba alguna pregunta por más simple que esta fuera.
Corina, de profesión enfermera, era además sobrina política de la dueña de la pensión y habiéndose separado del marido necesitaba un lugar donde vivir hasta que se resolvieran algunos asuntos legales.
_ ¡Será por poco tiempo, hasta que Vicente mi sobrino, consiga trabajo! _ Y agregó _¡El pobrecito ha quedado huérfano y soy lo único que tiene! _ Dijo, cuando Doña rosa quiso saber hasta cuando se iba a quedar, ya que la piecita de arriba, la única disponible para dos personas, estaba reservada a un matrimonio y ella cumplía cuando daba su palabra.
El marido de Corina había renunciado a los hábitos sagrados del sacerdocio cuando la conoció, habiéndose enamorado perdidamente de ella y tras un corto noviazgo se casaron, pero solo por civil porque él consideró que casarse por iglesia sería irrespetuoso. Luego de varios años de matrimonio sin hijos, por la negativa de ella manifestando que no quería esclavizarse con niños por su trabajo, él la abandonó por un joven seminarista.
Manifestando que Vicente era el hijo de una prima, que había muerto recientemente junto a su marido en un trágico accidente en el Sur de Italia, dejando solo y sin recursos al único hijo que tenían y al enterarse Corina del trágico destino del joven y teniendo éste solo diecisiete años, resolvió hacerse cargo de él y así fue como recurrió a la pensión de Doña Rosa, hasta que pudiera resolver la situación ayudándolo económica y afectivamente.
Vicente era un joven italiano muy apuesto, alto, de cabello castaño corto y ensortijado de mirada dulce y romántica, agregándole un atractivo especial el acento itálico. Al poco tiempo todos estaban encantados con la presencia de este jovencito tan simpático y también él retribuía de alguna manera tantas atenciones, colaborando con los quehaceres de la casa, ya que le costaba conseguir trabajo y por otra parte disfrutaba de los halagos y regalos de su tía.
_ ¿Querés que te enseñe a hablar italiano? _ Le preguntaba a la nieta mayor de la dueña _ mientras la acompañaba a realizar sus tareas cuando ésta regresaba del Liceo_ Y ella aceptaba encantada, ya que tenían la misma edad y se habían hecho muy buenos amigos. Pero a la tía no le causaba ninguna gracia el giro que comenzaba a tomar la situación.
_ ¡Subí inmediatamente que tenemos que conversar! _ Dijo enérgicamente Corina a su sobrino_ a lo que éste haciendo un guiño de complicidad a la compañera de estudio_ Abrazó cariñosamente a la tía como acostumbraba siempre, ya que era muy demostrativo _ y respondió con su encantador acento_ espérame, ya vuelvo...
Y caían las sombras de la tarde cubriendo los malvones del patio. Doña Rosa y las nietas estaban sentadas a la mesa, esperando que tía y sobrino bajaran para comenzar a cenar, pero al no responder éstos a los reiterados llamados subió la dueña algo preocupada y encontrando la puerta entreabierta se tomó la facultad de adentrarse en el cuarto y ¡OH sorpresa! Allí estaban, tía y sobrino, haciendo frenéticamente el amor, mientras entre jadeos repetían _
¡Somos tan felices! ¿Hasta cuando se lo creerán? _ Y esa fue la última vez
que durmieron en la pensión...
Marta Duhalde 2006