Encuentro
Martita apoyaba las pequeñas manos en la
pared medianera que superaba escasamente su altura, realizando un gran esfuerzo
al impulsarse con los pies que se apoyaban en dicha pared logrando trepar y
sentarse sobre el angosto y áspero borde.
Se había lastimado la rodilla en el empeño,
pero no le importó y limpiándose con los dedos humedecidos con saliva se olvidó
del dolor.
Esa era la primera de las tapias que debería
trepar para alcanzar su objetivo, quedándose un instante allí para asegurarse
de que la abuela no la estaría buscando, pero el silencio de la siesta la
tranquilizó y aprestándose a caminar en puntitas de pie para no hacer ruido se
dispuso a sortear los próximos obstáculos de diferentes alturas para llegar.
Sentía que sol la abrazaba sin piedad y
trataba de caminar con cuidado, sobre la chapa caliente, para no quemarse los
dedos de los pies que sobresalían de las sandalias marrones que le había
regalado el papá y dificultosamente llegó a la
última pared que marcaba la separación, allá sobre los techos de la casa
de al lado.
Miró hacia abajo y pensó que ya nadie podría
verla, como tampoco se podrían imaginar la osadía de que era capaz y
estirándose todo lo que pudo la pollera verde
con tablitas, se sentó sobre la
tela suave y protectora protegiéndose del borde áspero y caliente de la tapia.
Desató los moños inmaculados que le
sujetaban las trenzas castañas y
brillantes, acariciando la cascada ondulada del largísimo cabello que la cubría
como el manto de las monjas de su colegio.
La
abuela pretendía atraparla en la siesta deseada sólo por ella …siendo este el
único descanso que podía dispensarse en la vida atareada de la pensión. Pero
para Martita ese era el máximo castigo, por lo que cuando Doña Rosa se dormía,
ella reptando como las lombrices se deslizaba del lado de la cama y caminando
descalza apoyando solamente los talones, salía sigilosamente de la habitación
cerrando con cuidado la puerta, aprestándose para al soñada aventura. Luego ya
habría tiempo para los retos y reproches de
los abuelos y a veces también de los tíos, sobre todo cuando la ausencia
era demasiada prolongada y ella volvía con raspones y algún que otro moretón,
por haberse resbalado en el obligado apuro por regresar.
Pero todo eso era solamente una anécdota,
porque lo que a ella, la niña callada y caprichosamente decidida a hacer su
voluntad le interesaba era sentir y soñar.
Un zumbido interrumpió sus cavilaciones, en
el cielo diáfano de la tarde se destacaba una sombra, miró a su
alrededor…dirigió la vista hacia abajo y hacia el edificio de al lado, el que
indicaba que se terminaba la manzana observando las paredes sucias y
descascaradas y sintió que no pertenecía a ese lugar e incorporándose, con el
pelo envolviéndole la cara por el viento caliente y mientras con las manos
trataba de bajarse la pollera tableada que se le volaba hacia arriba, escuchó
una voz…_¡Hoy demoraste demasiado! _ Dijo Faeríes, sentándose junto a ella e
imitando el gesto de coquetería acarició también su larga y enrulada
cabellera._Es que mi abuela demoró demasiado en dormirse_ respondió Martita._No
importa _Dijo Faeríes, entregándole una rosa blanca y perfumada _Tenla siempre
contigo para que te vayas acostumbrando a mi presencia_ y agregó, entrecerrando
los grandes y hermosos ojos del color del tiempo_ No olvides mantenerla siempre
dentro de un vaso de agua para que conserve su fragancia y frescura…y así poder
tenerme siempre a tu lado_.
Martita vio con asombro como ese ser
pequeñito se tornaba casi transparente. Mimetizándose con el azul del cielo.
¿Cómo haces eso_ le preguntó asombrada__¡No
olvides que soy Hada del aire! Y
mientras que tú debes sortear obstáculos
y trepar estas paredes para llegar a este sitio, yo llego etérea…en tu
deseo de verme. Recuerda traerme la próxima vez, ese violín donde tu abuelo
desgrana esas dulces melodías que tanto me gustan…¡sabes como amo la música! _.
Martita trató de acariciar ese rostro perfecto, pero su pequeña mano solo
sintió caricia de aire y sol…¡Su diminuta amiga se había evaporado!
Miró angustiosa, temiendo que se hubiera
precipitado al vacío, lastimándose como le había ocurrido a ella esa vez que no
había podido sostenerse de la baranda verde y cayó sobre los vitrales que
techaban el patio chico._¡Se cayó la nena! _ Habían gritado los pensionistas de
la piecita de arriba, la que daba a la terraza. Menos mal que el tío Raúl
saliendo presuroso ante los gritos alborotados, alcanzó a sostenerla en sus
brazos evitándole males mayores.
Martita tomaba delicadamente entre las
manos, la flor que Faeríes le había obsequiado sintiendo que curiosamente
emanaba la misma fragancia que aquella. Recordó aquella primera vez cuando
estando sentada sobre un banquito de madera pintado de rojo, abría prolijamente
cada uno de los vellones de lana que la abuela había lavado en la bañadera de
patitas .
Ese día estaba realizando la tarea que le
habían encomendado, sintiendo con placer el perfume a jabón que desprendían los
rulos de lana, cuando sintió una presencia y elevando los grandes ojos la
vio…Una niña más pequeña que ella por su tamaño, aunque sus rasgos eran como
los de las señoritas muy hermosas que salían en las revistas de moda que
compraban las tías, con un vestido largo y vaporoso de color rosa, el cabello
largísimo y con rulos del color del sol, estaba a su lado. Se destacaban dos
alas grandes y casi transparentes que se plegaban sobre su cuerpo como una
mariposa y como no podía ser de otra manera, en la mano blanquísima sostenía
una “varita” luminosa.
Había escuchado con asombro la voz
diciéndole…_¡Hola Martita, tenía deseos de conocerte! _ Dijo la
niña-grande._¿Quien sós y como sabés mi nombre? _Inquirió ella _Me llamo
Faeríes y soy un Hada…me dicen Hada del Aire porque pertenezco a ese elemento y
sé tu nombre porque siempre estuve contigo.
_¿Y porqué nunca te vi? Inquirió
Martita_ Estoy contigo cuando estás
triste o preocupada_ agregando_ cuando no entiendes las tareas del colegio,
cuando sientes la injusticia por los retos de tus abuelos por hechos cometidos
por tu prima y te castigan a ti; cuando deseas muñecas o vestidos que no te
pueden comprar… _ respondió Faeríes. _¡Pero aún así no te veo_ insistió ella
_No me has visto en presencia…pero sí en sentimiento, por ejemplo cuando
pudiste perdonar y comprender. Pero a partir de ahora cada vez que lo desees me
podrás ver aquí en la altura, en este lugar donde te sientes libre y dialogas
contigo _y agregó _¡Pero será un secreto entre nosotras! _ Ahora que sabes mi
nombre también me podrás convocar, pero debes tener siempre presente que si
albergas sentimientos negativos en el corazón, me alejarás para siempre de tu
lado _ Pronunciando estas palabras, le sonrió tiernamente mostrando los dientes
como perlas y posando su varita sobre la montaña de vellones-rulos de la lana,
que Martita tenía que separar uno por uno, se dispersaros éstos mágicamente en
la gran terraza. El aroma a jabón se unió a la dulce fragancia de rosas que
emanaba de Faeríes al desaparecer.
Ese fue el primer y mágico encuentro con su
nueva amiga, recordándole ésta al Hada vestida de azul que se le había
aparecido a Pinocho, el muñeco de madera del cuento que le había relatado el
abuelo. Pero ese era un cuento y Pinocho
era un muñeco, en cambio ella era de carne y hueso.
Se levantó ágilmente del borde de la
medianera buscando un lugar más seguro donde sentarse, el sol la estaba
acalorando demasiado y también se le marchitaría la rosa.
Encontró un viejo banco arrumbado y
descartado al que le faltaba una pata y ubicándolo cuidadosamente en un rincón
donde la pared le ofrecía su sombra…se sentó a pensar.
Marta
Duhalde
ESTACION DESTINO
ESTACION DESTINO
2005