lunes, 16 de mayo de 2011

MARIPOSA DE AMOR


Mariposa de amor

Te estoy esperando, la tarde se prolonga más allá de si misma. Me quedo extasiado en el crepúsculo.
Mientras acerco a mis labios la taza de café, miro la calle por la ventana abierta. Me malhumora el bullicio y el andar aprisa de la gente.
Las caricias de tus manos no se borrarán jamás. Tu mirada azul salpicada de estrellas se perdió para siempre en mi hondo corazón.
Pequeña mariposa triste, siento que te he dado mi amistad, nos comprendemos, eres igual a mí, he llegado a creer que sueñas mis propios sueños.
Te me rendiste como una adolescente apasionada, sé que soy tu felicidad.
Comenzamos, así, como amigos confidentes. El amor se instaló sin llamarlo, entre la jaula dorada de un hotel.
Te enseñé a volar y volando contigo, aprendí, los ojos en los ojos, cómo mi alma se abre en estallidos de una nueva vida.
Termino mi café, el cielo se torna más azul, algunas luces comienzan ya a encenderse. Llamo al mozo y le pido otro café.
No es habitual en Carla hacerme esperar, aunque reconozco que últimamente está rara, como huidiza.
Si bien no nos prometimos nada, se daba por hecho que nuestro romance sería para toda la vida. Mi vida sembrada de rosas… me duelen sus espinas.
La rosa cotidiana a perdido su fuerza. Amo la altivez, la constancia y pureza de Carla, mariposa de amor.
Las mujeres han sido la alegoría de mi existencia.
Les he brindado amor, compañía, amistad, compartiendo con ellas los momentos más maravillosos.
Supe seguir el consejo de un colega._Tienes todo lo que un hombre necesita; dinero, prestigio, poseedor de un gran atractivo físico_.
_¡Toma lo que la vida te ofrece! _.
He sembrado mi camino con hermosas flores, pero también, solitarias y tristes. Supe llegar a todas y a cada una, dándoles mi amor, como nube de verano, como robo de abeja o adorno de mariposa.
Esposas de amigos, vecinos o primos. Claro, conocía sus engaños y desinterés, me confiaban sus más íntimos secretos.
Yo les ofrecía mi comprensión desinteresada, a lo que ellas, lenta y blandamente, se entregaban con nostalgia infinita.
También necesitaba que me amen, sintiéndome deslumbrado y conquistado. Sabía que mi presencia las perturbaba y mi mirada sabia veía su dulce fragilidad.
Nunca me sentí culpable. Todos continuaron viviendo armoniosamente, sin pagar el tributo al divorcio.
Tomo el frío sorbo de café y recuerdo el ultimátum de Carla.
Nuestro romance, que había comenzado como todos los anteriores, llevaba ya diez años.
Mientras yo conocía las andanzas del marido, ambos sabíamos que mi mujer estaba enamorada de otro hombre.
La vorágine de esta vida sin luz, nos llevó al interior de una inmensa y cálida rosa encendida, de donde ya no podemos salir.
Un ruido estrepitoso me obliga a mirar por la ventana, la noche cae brumosa, la gente se aglutina…seguramente un choque.
Llamo al mozo, le pago mis cafés solitarios y salgo.
Me acerco dificultosamente, al lugar del accidente, donde me dicen que un auto había embestido a una persona.
Estaba inmóvil, los párpados se cerraban sobre la mirada azul, su fina mano enguantada de luto, encerraba un sobre blanco, se lo retiro delicadamente y leo:
Sr. Alberto Guido
Rte: Carla Urruitía

Mariposa triste que quisiste volar y a la que se le doblaron las alas…las alas… Pensaba volar con vos.
Mis párpados flojos se cerrarán también.


Marta Duhalde
2004