lunes, 8 de octubre de 2007

EL DEFORME

EL DEFORME
Lucía miró al ser deforme que se acercaba con insolente actitud. Ella no se había dado cuenta desde su necesidad de acercamiento y diálogo, de los rasgos mongoides, ni de que la baja estatura se ponía de manifiesto cuando las cortas y torcidas piernas, realizaban el acto de caminar. Se asombró un poco al principio pero no le importó y consintió las caricias supuestamente de amistad. Sabía que ella, desde el alma derramada como caudal de aguas celestes, no era discriminatoria con nadie pero me pareció muy extraño que siendo Lucía una joven y hermosa mujer, con un marido decididamente apuesto y un pequeño hijo bello como un ángel se sometiera desde un silencio venido desde muy lejos.
La noche había caído alargando las sombras y desde una habitación de la gran casa umbrosa, se escuchaban quejidos y estertores.
Tomando una linterna me dirigí al lugar y sin poder dar crédito a mis asombrados ojos, pude observar desde el haz luminoso el blanco y bien torneado cuerpo de Lucía balanceándose enérgicamente sobre el enano deforme, que desde sus ojos mongoides me miraba con instinto asesino.
Aprovechó el diablo para alargar la cola y ella incorporándose abruptamente, con fastidio y resentimiento por la inoportuna presencia, descargó sobre mí
todas las soeces palabras cargadas de fracaso y descontento aprendidas vaya a saber donde y me corrió amenazante.
Desde la penumbra de un rincón silencioso el marido miraba, el amor se detuvo…tembló la culpa y el resentimiento cerró sus ojos.
Mi terror se acrecentó cuando comenzaron a llegar seres idénticos al enano deforme entrando por puertas y ventanas, dispuestos a realizar un sacrificio de muerte con el compañero, ya que era lo pactado al ser iniciado sexualmente.
“No se deben cortar las uñas por la noche- el diablo- que anda suelto, las viene a buscar y se las pone”.
La cama quedó manchada con la sangre, la casa sucia y revuelta por la lucha.
Desde el olor a muerte, desde el miedo y el reproche…surgió Lucía que ya no sería la misma, el gélido y maldito semen latía en sus entrañas.
A pesar de todo, el marido desde el inmenso amor y abrazando con ternura infinita al pequeño hijo, la había perdonado…sin imaginar que les depararía la vida en la ternura del amanecer.
Habiéndome recobrado del aberrante episodio, decidí visitar a un familiar que hacía tiempo no veía, pero grande fue mi asombro ya que cuando llegué a la casa estaba conversando animadamente con el deforme. Amenizaban la reunión con dos botellas de finos vinos, tinto y blanco respectivamente, formando un equipo macabro…
Me dispuse presurosa a retirarme del lugar, a lo que ellos con la mirada mórbida y vidriosa en muda complicidad, me invitaron a compartir la velada y ante mi terrífica negativa, comenzaron a manosearme y a perseguirme. El terror teñido de lucidez, puso alas a mis pies y horadando en la noche solitaria con gritos desesperados, sintiendo que las sucias manos estaban a punto de alcanzarme…se alejó la tiniebla de la noche abriéndose ante mis ojos la tierna y clara luz del amanecer, acariciándome desde la pereza del sol naciente…a través de los cristales de la ventana de mi coqueta habitación.






Marta Duhalde
2005