OCASO DE
PRIMAVERA
Caminaba sin prisa, disfrutando la cercanía de la primavera. El
perfume de los jazmines le traía maravillosos recuerdos, la brisa fresca le
acariciaba el rostro, despeinando su cabello blanco y cuidado. Con algo de
fastidio, se retocó el peinado y apuró el paso, no era su costumbre llegar
tarde.
_ ¡Señorita…señorita…!
¿No me escucha?__ le pregunté
si ya corrigió mi prueba_.
La voz de los alumnos
retumbaba en sus oídos. El aire que la despeinaba la estaba poniendo nerviosa.
El movimiento de las hojas de
los árboles, el canto de los pequeños y tibios pájaros en los nidos, se
asemejaban al bullicio del recreo, en el patio soleado de esa querida escuela,
donde había transcurrido su activa vida de docente
El presente y el pasado se le
comenzaban a mezclar.
Virginia era de una belleza
tranquila, de contextura menuda; delgada y pequeña, la piel morena y
aterciopelada, contrastaba con el verde esmeralda de sus grandes ojos. De
facciones perfectas. Si bien no era atractiva, cuando se la observaba con
detenimiento, parecía una muñeca de jade. La suavidad y la dulzura la
caracterizaban.
Era la nueva maestra de
cuarto grado, comenzó como suplente y luego quedó efectiva, los alumnos la
querían y la respetaban.
Ese día no había ido la directora y como
todavía era temprano, le habían pedido que se ocupe de la dirección hasta la
próxima hora, porque vendría una persona muy importante, par un acto que se
realizaría en la escuela.
De pronto él irrumpió en el
recinto; alto, de cabello suavemente ondulado, piel mate y ojos negro azabache.
Vestía traje y corbata. _ ¿Es usted la directora? _ Esa voz…nunca antes había
escuchado esa vibración, grave, penetrante y dulce como una caricia de amor.
Luego, en las presentaciones, su pequeña manecita se cobijó en la otra, grande
y fuerte, en un cálido apretón.
Bastó ese contacto, una
mirada, una sonrisa y supo que nunca iba a olvidar a Ignacio.
El era un importante
compositor, pianista y cantante, que haría no solo la presentación prevista,
sino que a partir de ese día, sería habitué en las fiestas de la escuela.
Y se sucedieron encuentros,
confidencias, un ramito de jazmines…Luego compartir un café… y no demoró en
llegar el primer beso…la primera caricia.
Amor, entrega, pasión,
locura…infidelidad.
La mujer de Ignacio comenzó a
sospechar, estaba por nacer su segunda hija. El marido de Virginia la hizo
seguir, amenazó con quitarle los dos pequeños hijos.
Habían descubierto el amor.
Para ambos sus respectivos matrimonios ya eran fracaso. Se habían casado muy
jóvenes. El, por poder, los padres habían arreglado la boda desde Italia. Ella
por inexperiencia, fue obligada a casarse porque había quedado embarazada.
_ ¡Señorita…Señorita, Julián
me está molestando! _ Las voces de los niños, su distracción… ¿O el canto de
los pájaros?
El aire primaveral la seguía
despeinando, comenzaban a dolerle los cansados pies…faltaban dos cuadras
todavía.
Los hijos no eran culpables
de su fracaso, merecían criarse con sus padres, ella no permitiría que un juez
se los quite, se le desgarraba el corazón solamente de
pensarlo.
El primer y único hombre que
amó en la vida, tampoco quería perderla a ella, el también la amaba con
desesperación.
No hubo escándalo, el tiempo
todo lo puede. Las familias de ambos se hicieron las desentendidas.
Apariencias, encuentros,
tardes de raso, escapadas de fin de semana, lunas dormidas.
Hijos adolescentes que saben
y comprenden.
Ignacio comienza a llevarla a
todos los conciertos, homenajes, premios, reconocimientos. Virginia acepta
sentarse en la oscuridad; primer asiento a la izquierda.
_Abuela ¿me lees a Pinocho?_.
El cargo de Directora la
colmó de orgullo, hasta los hijos de él concurrieron al nombramiento.
Amor, culpa, responsabilidad;
una vida dedicada a cuidar su reputación, su familia.
_Mamá, papá está muy enfermo,
no lo internes, cuidálo, es tu marido ¿no tenés sentimientos?_.
_ ¿Cómo me voy a jubilar si
soy tan joven? Todavía no pude compartir la vida con mi amor_.
No puede soportar la viudez
de Ignacio, su soledad, lo acompaña cuando puede, se cansa demasiado…
¿Cómo en una cuadra se puede
pensar tanto? El perfume de los jazmines persiste, el cabello se le sigue
despeinando, pero ya no le importa.
Revive con dolor la muerte
del marido, fue su compañero, el padre de sus hijos._ ¡Señora Virginia, menos
mal que llegó! En este geriátrico son muy estrictos con el horario de visitas,
pero le quedan diez minutos todavía, para saludar al señor Ignacio antes que
tome la medicación. ¡Pobrecito, está perdiendo cada vez más la memoria!
Virginia peina rápidamente su
cabello de seda, se acerca al sillón vienés, donde meciéndose suavemente, él la
espera. Toma con ternura infinita, esa mano, todavía fuerte y lo mira a los
ojos, ya nada temen…nada esperan…se
recogen sus almas.
Marta Duhalde
ESTACION DESTINO
2005
Marta Duhalde
ESTACION DESTINO
2005
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